Hace
unos años te elegí para que seas mi compañero. Al que podría creer que sería su
todo. El que no vería a otro lado, pues lo tiene todo conmigo.
Dicen
que una noche te conocí pero ni noté tu presencia. Tú eres de esos que no quieren llamar la
atención. Muy diferente a mí, que adoro ser el centro.
Al
poco tiempo conseguí las miradas de tu entorno, pero la tuya era oculta y
desinteresada. Dañaba mi esencia, pues te quería para mí.
Hasta
que lo logré, y pude invitarte a que invadieras mi ser. Ya no tenía miedo. Mis
temores desaparecieron por tu inseguridad y la simpleza que era ser tú.
Me
dejé llevar, y conmigo arrastré mis proyectos. Aplacé mis avances, para dar
pasos más largos contigo.
No
solo eras mi amigo, sino mi nuevo amante que me daba una droga llamada tú.
Me estancabas
para estar en la comodidad preocupante de tu familia. La que veía en mí una
esperanza para levantarte y empujarte al éxito. Pero lo que no sabían, era que
me estaba cegando en tu existencia, algo que angustiaba a la mía.
Éramos
inseparables, muchos se preguntaban cómo podríamos ser tan felices. Muchos me
preguntaban qué me pasaba, porqué tú.
Yo
veía a un ser encantador, que nadie veía. Al amigo que nunca tuve, que agarraba
de la mano y besaba con júbilo. El amigo que me escuchaba y sonreía de mis
bromas improvisadas. El que me enamoraba cuando lograba sacarlo de ese estado introvertido
que muchos odiaban. Esos instantes miserables de tu sonrisa pocas veces
admirada. Ahora es solo un recuerdo...
Algunas
veces amaba tu protección y tus detalles, que estoy segura que cualquier “niña-mujer”
desearía. Pero yo era tan diferente, independiente y escandalosa. Que sé que
sentías miedo de mi personalidad efusiva, descontrolada, e indomable en
momentos.
Eras
como un amigo imaginario, nadie sabía cómo eras o cómo era tu voz. Muchas veces
hablaba por ti, pues no quería que se llevarán una mala impresión. Haciendo que
muchos creyeran que te dominaba.
Pero éramos complemento. Tú como yo, encajábamos como un rompecabezas. Yo era como las piezas a full color del centro, y tú como las de los extremos, neutras de colores fríos e intensos.
Pero éramos complemento. Tú como yo, encajábamos como un rompecabezas. Yo era como las piezas a full color del centro, y tú como las de los extremos, neutras de colores fríos e intensos.
Le
rogaba al día tener más horas para seguir siendo uno. Sé que también lo
deseabas. Aunque después eso cambió. Te alejaste y te escondías de mí.
Mis
exigencias te hacían proponerme algo nuevo. Llevarme y atarme a tu mundo. Pero me negaba. No te veía conmigo en un futuro. En realidad tenía miedo declararme
de tu propiedad.
Mi
temor hizo perderte. O quizás no éramos una historia, sino un relato.
Después
de tantas negaciones, ya no era suficiente para ti. Buscabas tener admiración.
La que nuestra relación solo me pertenecía, o eso quería.
Lo
que más te gustaba hacer y que pedías
que lo disfrutará como tú. No me llenaba. O quizás me negaba a que sea parte de
mí. Pero admito, que en el fondo, te admiraba. En momentos, miraba tu pasión y
sentía celos. Porque yo quería ser tu pasión.
La
decepción llegó, y mató el futuro incierto que pudimos construir. Ya no
podía permitir que mi “yo” esté mezclado con alguien que no me veía como su
todo.
Me
equivoqué, porque al final mi objetivo no se cumplió. Pero mientras sentías
algo por mí, fuiste un gran compañero. Apoyándome en momentos duros. Aunque después
se te olvidó, y me dejaste en el camino.
El olvido fue el que se llevó el amor que decías tenerme.
El olvido fue el que se llevó el amor que decías tenerme.
Pero amigo, eso ya pasó. Tenemos errores. Y el amor no dura para siempre, es solo una elección.
Envidio un poco a la persona que elegiste. Pues sé que tiene un gran compañero.
Ella ahora disfruta de esos instantes miserables de tu sonrisa pocas veces
admirada. Algo que para mí, es solo un recuerdo.