miércoles, 22 de abril de 2015

EL AMIGO QUE DEBO OLVIDAR

Hace unos años te elegí para que seas mi compañero. Al que podría creer que sería su todo. El que no vería a otro lado, pues lo tiene todo conmigo.
Dicen que una noche te conocí pero ni noté tu presencia.  Tú eres de esos que no quieren llamar la atención. Muy diferente a mí, que adoro ser el centro.

Al poco tiempo conseguí las miradas de tu entorno, pero la tuya era oculta y desinteresada. Dañaba mi esencia, pues te quería para mí.
Hasta que lo logré, y pude invitarte a que invadieras mi ser. Ya no tenía miedo. Mis temores desaparecieron por tu inseguridad y la simpleza que era ser tú.

Me dejé llevar, y conmigo arrastré mis proyectos. Aplacé mis avances, para dar pasos más largos contigo.
No solo eras mi amigo, sino mi nuevo amante que me daba una droga llamada tú. 
Me estancabas para estar en la comodidad preocupante de tu familia. La que veía en mí una esperanza para levantarte y empujarte al éxito. Pero lo que no sabían, era que me estaba cegando en tu existencia, algo que angustiaba a la mía.

Éramos inseparables, muchos se preguntaban cómo podríamos ser tan felices. Muchos me preguntaban qué me pasaba, porqué tú.
Yo veía a un ser encantador, que nadie veía. Al amigo que nunca tuve, que agarraba de la mano y besaba con júbilo. El amigo que me escuchaba y sonreía de mis bromas improvisadas. El que me enamoraba cuando lograba sacarlo de ese estado introvertido que muchos odiaban. Esos instantes miserables de tu sonrisa pocas veces admirada. Ahora es solo un recuerdo...

Algunas veces amaba tu protección y tus detalles, que estoy segura que cualquier “niña-mujer” desearía. Pero yo era tan diferente, independiente y escandalosa. Que sé que sentías miedo de mi personalidad efusiva, descontrolada, e indomable en momentos.

Eras como un amigo imaginario, nadie sabía cómo eras o cómo era tu voz. Muchas veces hablaba por ti, pues no quería que se llevarán una mala impresión. Haciendo que muchos creyeran que te dominaba.
Pero éramos complemento. Tú como yo, encajábamos como un rompecabezas. Yo era como las piezas a full color del centro, y tú como las de los extremos, neutras de colores fríos e intensos.

Le rogaba al día tener más horas para seguir siendo uno. Sé que también lo deseabas. Aunque después eso cambió. Te alejaste y te escondías de mí.
Mis exigencias te hacían proponerme algo nuevo. Llevarme y atarme a tu mundo. Pero me negaba. No te veía conmigo en un futuro. En realidad tenía miedo declararme de tu propiedad.
Mi temor hizo perderte. O quizás no éramos una historia, sino un relato.

Después de tantas negaciones, ya no era suficiente para ti. Buscabas tener admiración. La que nuestra relación solo me pertenecía, o eso quería.

Lo que más te gustaba hacer  y que pedías que lo disfrutará como tú. No me llenaba. O quizás me negaba a que sea parte de mí. Pero admito, que en el fondo, te admiraba. En momentos, miraba tu pasión y sentía celos. Porque yo quería ser tu pasión.

La decepción llegó, y  mató el futuro incierto que pudimos construir. Ya no podía permitir que mi “yo” esté mezclado con alguien que no me veía como su todo.

Me equivoqué, porque al final mi objetivo no se cumplió. Pero mientras sentías algo por mí, fuiste un gran compañero. Apoyándome en momentos duros. Aunque después se te olvidó, y me dejaste en el camino. 
El olvido fue el que se llevó el amor que decías tenerme.


Pero amigo, eso ya pasó. Tenemos errores. Y el amor no dura para siempre, es solo una elección. 

Envidio un poco a la persona que elegiste. Pues sé que tiene un gran compañero. Ella ahora disfruta de esos instantes miserables de tu sonrisa pocas veces admirada. Algo que para mí, es solo un recuerdo.